14 may 2011

Far from heaven

Ya no me lamento el tiempo perdido, las situaciones que me cambiaron. El por qué de mi actual desconfianza, los motivos de la desolación. Lo que resta es vivir el presente. Un presente corroído y alborotado que no sabe en qué momento detenerse para dejarse ser.

Es sumamente fácil presumir que uno es arquitecto de su propio destino, hasta que alguien aparece, te regala un telescopio y no hace más que mostrarte el cielo. Ese cielo que tan lejos está y tan inalcanzable parece. Y uno está atado a la tierra, porque sobre la misma no se pierde el equilibrio. Uno está plenamente familiarizado con lo conocido, con aquello que se divisa en la propia dimensión y en ninguna más. Que nadie venga con teorías de nubes y estrellas, mientras yo sólo conozca arbolitos. Que nadie pretenda que me sienta parte de un cielo, al que nunca voy a pertenecer. Aunque quizás lo haga, pero es algo que en el presente me es imposible determinar.

Y uno aprende a aceptarse, y a comprender lo importante que es estar donde uno mismo quiere estar. Aunque el cielo no esté cerca. Aunque sea casi imperceptible.

No hay comentarios: