Llegué al punto en el que perder lo que fuere ya me da igual. No hay importancias, y por ende, no hay miedos dispuestos a derribarlas. Es como estar en el paraíso y no poder verlo, o pasar por lo peor apenas pudiendo percibirlo. ¿Es neutralidad? Es esa sensación de mucha nada y poco todo.
Cuánto cambié, cuanto crecí, y no estuviste ahí. Pero cambiaste y tuve que verlo todo, o al menos volviste a tu forma original, esa que se escondía de mí, esa que se burlaba de mí.
Incontables las explicaciones que me inventé. Muchas veces uno necesita darse explicaciones a sí mismo para tolerar una conciencia que no hace más que abofetearle los sentidos. Y así la tranquilicé; con inventos.
Vivo en la desesperanza, en la agonía de las palabras que te nombran, en el transcurso de un camino en el que prefiero la soledad antes que tu “compañía”. En el que puedo mantenerme firme porque no estás para dar vueltas y generarme confusión. En el que ya no estás y yo no tengo chance de caer.}
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