Es como cuando estás en un negocio y hay un montón de cosas lindas pero tenés un cartel enorme frente a tus narices que señala que: ‘se mira, pero no se toca’. O como cuando esperás un llamado con todas tus ansias por la mínima necesidad de escuchar otra voz además de la tuya quejándose con los apuntes de la facultad, aunque sea la voz de un operador de movistar, y el teléfono mantiene su posición autista. Jamás vuelve a sonar. O cuando te ponés offline en el msn porque llega un momento en el que ya no te interesa quien pueda contarte un chiste, enviarte un zumbido o preguntarte cómo estás. ¿Y qué decir de cuando te decidís a comprarte el libro que tanto te recomendaron, le dedicás horas a su degustación y análisis pero llega el final y…? ¿Y? ¿Así tenía que terminar? ¿No podía ser de otra forma? ¿Por qué así? ¡Llamen de inmediato al escritor porque yo quiero inventarle el final!
O si por alguna extraña razón tu pierna atraviesa un proceso en el que sus funciones vitales se tomaron vacaciones, no podés bailar y el escenario brilla más que nunca…y te sabés el principio, el final, cada segundo de movimiento, y cada sentir allá arriba. Pero no podés, estás inhabilitada para hacerlo.
Es esa sensación, que no se explica, pero se vive. Que piensa que la echo de menos, y por eso siempre que puede me viene a visitar. Porque añoro lo que no tengo, por eso tiene manos y pies. Cuando deje de hacerlo, ya no va a existir. Puede que ese momento no llegue nunca, quién sabe.
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