"Se puede vivir una larga vida sin aprender nada; se puede durar sobre la Tierra sin agregar ni cambiar una pincelada de paisaje; se puede, simplemente, no estar muerto sin estar tampoco vivo. Basta con no amar, nunca, a nada, a nadie: es la única receta infalible para no sufrir. Yo aposté mi vida a todo lo contrario, y hacía muchos años que definitivamente había dejado de importarme si lo perdido era más que lo ganado. Creía que ya estábamos a mano el mundo y yo, ahora que ninguno de los dos respetaba demasiado al otro. Pero un día descubrí que todavía podía hacer algo para estar completamente vivo antes de estar definitivamente muerto, entonces, me puse en movimiento".
Es de una película que no vi, pero el contenido estaba en internet y me sentí identificada. Para entender algo que se lee, hay que interpretar. Pero a veces eso sobra, a veces es tan fuerte lo que producen las palabras que antes de que podamos razonarlas, las sentimos.
Era más que obvio que iba a escribir hoy. ¿Por qué? Porque no lo hice ayer. Pero el no haber escrito no atrajo malas consecuencias, porque me liberé, no comprimí las cosas adentro mío como tantas otras veces. Me siento bien conmigo misma, y eso es lo que en este momento, me importa más que nada. Sé que de los errores se aprende, de verdad lo sé, pero la gente no deja de sorprenderme. Y no precisamente para bien. Depositar confianza, prestar un oído, ser un importante sostén para alguien no te garantiza una mínima retribución. No te garantiza nada. Porque no todos compartimos valores, no todos somos humanos. Algunos sólo aparentan.
Se acabó lo que se daba. Me atribuyo los premios a la más crédula e ilusa. Mis hazañas logradas: una larga espera en vano y una perseverancia totalmente inútil.
Pero hoy…hoy me puse en movimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario