21 feb 2011

¿Por qué?

Los días en los que me lleno de porqués, son los días más intolerables. ¿Por qué pasó? ¿Por qué así? ¿Por qué no hice esto? ¿Por qué dejé de hacer aquello? Cada por qué es una gota de lluvia que no moja. Uno siempre se hace ese tipo de preguntas pretendiendo que responder implique solucionar, sabiendo con toda claridad que las respuestas están pero no modifican nada. Absolutamente NADA. Más si se trata de actos, sentimientos y palabras ajenas. Otro instinto, otra idiosincrasia, otro mundo. Porque es así, la racionalidad de cada uno es un mundo aparte. Hay personas que no logran coordinar sus palabras con sus actos, sus sentimientos con las respectivas demostraciones, sus pensamientos con sus cuestionamientos. No logran entenderse. Entonces es técnicamente inviable intentar hacerlo por ellos. No se puede. Intentar hacerlo no es más que una tortura constante, porque no lograrlo genera una incertidumbre mayor. Y como nos importa esa persona pensamos y repensamos que intentarlo vale muchísimo la pena, y que puede traer sus frutos. Hasta tenemos la mínima esperanza de que la misma considere el esfuerzo que conlleva el valioso intento. Es ilógico. Si desconocemos el accionar de las variables en la persona, ¿cómo podemos predecir esa actitud? Por eso aclaré que es una esperanza. Y con esto no estoy diciendo que sea malo tener esperanzas, sólo que algunas van más allá. Pero esta nace esperanza y muere esperanza, no muestra progreso alguno.

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