28 ene 2011

Eran otros tiempos

Cuando era chiquita pensaba cosas lindas. Al menos los pensamientos que recuerdo eran lindos. Cada vez que llovía, yo creía que era Dios que regaba las plantitas para que crezcan.

Los cuentos que escribía no consistían en tragedias, ni finales felices tan propios de Disney, pero eran divertidos y generalmente consistían en conejos buscando zanahorias.

A los cinco años, mi maestra de la última salita del jardín me felicitó y me llevó a preceptoría porque había dibujado una persona con los rasgos de la cara (¿Acaso todas esperan que hagamos círculos con palitos?)

Nunca me negué a las verduras, de hecho siempre comí de todo. Mi mamá decía que era una lampalagua (esa boa que come, come y come)

Jugar sola me aburría. Demasiado. Una que otra vez jugué a la maestra con mis perras (que ya no están). Me encantaba enseñarles, aunque claramente, no me entendían nada.

Creía en la magia. Es menester aclarar que tenía cinco, todavía no había leído Harry Potter, pero creía. Mi hermana se encargaba de decirme ‘son trucos, la magia no existe’. Arruina ilusiones.

Aclaro: amaba los juguetes (los no electrónicos más que nada, por ejemplo, el family game nunca me interesó) pero una navidad le pedí a papá noel un libro. Tenía ocho/nueve. Se llamaba ‘Papirofobia, no quiero leer’, que resultó ser poco interesante pero me entretuvo por un tiempo.

A los nueve fui a ver Chiquititas al teatro por segunda vez (era fanática), y estaba en la fila tres, dado que en esos tiempos no te costaba un ojo de la cara. El asunto fue que en un momento Marcela Kloosterboer me sonrió y yo me di vuelta. No era mala onda, estaba saturada de la vergüenza, jaja.

A veces miraba ese programa de Moria, que no me acuerdo el nombre pero siempre había mujeres golpeadas agrediendo a sus parejas. Se insultaban y lloraban ahí en la tele. No recuerdo con quién, pero nos pintábamos moretones con las pinturitas de chiquititas, poníamos un gotero en un pañuelito, y ‘llorábamos’ y éramos las mujeres golpeadas que se lo iban a contar a Moria. Es inevitable no recordar eso. ¡Tenía un gran sentido del humor!

Qué lindo vivir así, qué lindo.

1 comentario:

lucía lindner dijo...

Conmigo jugabas a eso florencia!!!!!!!!! te amo