(¿Y qué puedo decirte?)
Un año en el que la guerra se intensificó. Yo, ilusa y sin experiencia, liberé todo el armamento en la primera batalla. No estaba preparada para esto, pero sabía que alguna vez debía intentarlo. Al menos eso sentí cuando te vi.
Ya sin armamentos continué resistiendo. Tenía mucho para perder, pero no me importaba. Ganar me haría feliz. Ganar, ganar con vos.
Fueron varios los momentos en que quise abandonar y que ya no importase nada. De verdad lo ansié. Bastaba mirarte a los ojos para que todo cambie. Bastaba entender que deseaba ganar más que cualquier otra cosa.
Yo no sé por qué soy así. Cualquier otra persona hubiese firmado un tratado de paz o hubiese perdido con honores. Yo no perdí, fui derrotada. Es el precio de saber que todo puede salir mal y aún así, no abandonar.
No se explica lo que se siente. Si te digo que adentro siento un vacío enorme podría ser entendible, pero es un vacío provocado por una multitud de sensaciones. Es confuso, ya lo sé. Todo lo que sentía en un principio lo era. Estar segura me llevó a la ruina.
Con la sinceridad siempre fuimos de la mano. No podría mentirte sobre algo que con hechos te demuestro. No podría mentirte aún sabiendo que vos lo hacés.
Escribir esto es mi pasaje al país Masoquismo. No olvido las cosas que escribo. No te olvido. ¿Quién más es digno de vivir allí, si no soy yo, que aún derrotada, te prefiero por sobre todas las cosas?
Es el fin, todos los días es el fin, pero yo te amo como en cada principio.
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