El principio del fin

Había escrito sobre mis trece años en el colegio, paso por paso, pero a la otra pc le tocó formatearse y chau archivo. De todas formas, era algo más personal que otra cosa, así que no me interesó recuperarlo mucho tampoco, lo tengo en mi memoria. Cada profesor que me agradó y aquel que me disgustó, la maestra que me retó, la que me felicitó, las buenas y las malas notas, la medalla, la copa del buen comportamiento jaja, los compañeros y los verdaderos amigos, el aire puro de los recreos, los buenos y malos momentos, los llantos, las risas, los juegos, las horas libres, los contraturnos, las coreografías de educación física, la ‘momia’ de abajo de las escaleras, la empresa foc, los colapsos en matemática financiera, los huevazos para las quinceañeras, la previa de las vacaciones de invierno con espuma y cotillón, la despedida del año con harina, barro, el agua que nos mandó la catedral y el regente amenazante desde la ventana…
Son cosas que no se olvidan. Lo que siento en este momento sinceramente no puede explicarse, con el colegio dejé una parte de mí. Dejé trece años de mi vida. Porque fuera de todo mal, fueron lo mejor. Anoche la fiesta en Block, que a pesar de un detalle mayor que, honestamente, no tengo ánimo para relatar, fue hermosa. Disfrutar un momento así con las personas que más querés no tiene comparación.
Juro que se me revuelven todas las ideas, yo no sé qué voy a hacer sin esa rutina agobiante, con decir que ya la extraño. Una etapa que se inicia y otra que termina, es así por naturaleza. ¡Y con diecisiete años me siento tan incapaz! Incapaz de aceptar que terminó, y que no vuelve más. Y en dos meses la temida facultad y las incansables obligaciones…
Espero que la nostalgia me deje disfrutar al máximo estas vacaciones, realmente lo necesito.
Gracias a quien utilizó (o perdió) su tiempo leyendo. Nunca lo agradezco, pero hoy lo creo necesario.
9/12 cena de egresados
17/12 entrega de diplomas